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Jun. 18, 2012Catastro Agroindustrial – Alberto Montanari: “Es destacable que se haya realizado el catastro en un sector que está muy huérfano de estadísticas oficiales, excepto las de comercio exterior”
Estudio privado contratado por el Minagri revela que en las empresas de congelados, jugos, deshidratados y conservas la mayoría de los trabajadores son mujeres, existe una fuerte renovación en las maquinarias y un importante uso de certificaciones para llegar a nichos de mercado.
Por primera vez se le ponen números al alto consumo de electricidad en el fin del verano y comienzo del otoño y se da cuenta del bajo uso de instrumentos de financiamiento estatales por parte de los privados.
No tiene las dimensiones del Censo 2012. No mueve miles de encuestadores por todo el país. Sin embargo, para quienes viven del agro puede ser más importante que el masivo ejercicio de contar cuantos chilenos somos. Se trata del primer estudio en una década sobre la realidad del sector agroindustrial.
Un rubro que sólo el año pasado movió US$ 1.460 millones sólo en exportaciones de conservas, deshidratados, congelados y jugos; de paso es el que agrega más valor a la materia prima agrícola chilena.
Es que la agroindustria no es lo que era. El último “censo” del sector se realizó en 2001. Antes de que Chile firmara acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea o China. Previo a la preocupación masiva por el medio ambiente y la explosión de nichos de consumo de alimentos.
La radiografía al sector se hacía más que necesaria. Había que detectar cómo había cambiado el sector en la última década, cuáles son los puntos fuertes y dónde están los problemas. No se trata sólo que los empresarios agroindustriales tengan un espejo para mirarse mejor. Se necesitan datos sólidos para saber si las políticas públicas -es decir, la plata que sale de su bolsillo para apuntalar el desarrollo agroindustrial- y los planes de los privados aciertan o son ineficientes.
“Es destacable que se haya realizado el catastro en un sector que está muy huérfano de estadísticas oficiales, excepto las de comercio exterior. Desde 2001 la actividad se ha multiplicado prácticamente por cuatro. Tener datos más actualizados era fundamental, toda vez que más de la mitad de la producción de frutas y hortalizas que se producen en Chile va a la industria elaboradora. En ese contexto, que no tuviéramos buenos instrumentos de medición del sector dificulta la adopción de nuevas inversiones y políticas de desarrollo y fomento, claves para mantener las altas tasas de crecimiento que tenemos”, afirma Alberto Montanari, presidente de Invertec y de ChileAlimentos, el gremio de los procesadores de alimentos.
El año pasado el Ministerio de Agricultura llamó a un concurso público para realizar la esperada puesta al día del panorama agroindustrial. La empresa ganadora fue Ideaconsultora, de Margarita d’Etigny -ex directora del Fundación para la Innovación Agraria- y Macarena Vio.
La consultora realizó visitas a la mayoría de las procesadoras del país a partir de noviembre del año pasado y hasta enero de 2012. Para ello contó con un equipo de 10 ingenieros del área alimentaria que entrevistaron a los encargados de las plantas siguiendo una pauta común. Por primera vez se preguntaron variables como el uso de energía eléctrica y el manejo de los residuos resultantes del proceso productivo.
Algunos de los hallazgos son interesantes, como que la mayoría de la mano de obra es femenina. Otros son preocupantes como, por ejemplo, el bajo uso de instrumentos estatales de financiamiento.
Esos resultados serán presentados públicamente por las autoridades del Ministerio de Agricultura este lunes. Además, se podrá acceder al estudio “Actualización del catastro de la agroindustria hortofrutícola chilena”, en el sitio web de Odepa.
A continuación algunas de las principales conclusiones del nuevo “censo” agroindustrial.
1. Aumentan las exportaciones, mejora el negocio
Para unos la cifra puede llamar a la depresión, para otros es una excelente noticia. Según el estudio, a 2009, último año con datos comparables, las exportaciones chilenas representaron el 0,64% del volumen y el 1,2% del valor del total comercializado de productos procesados hortofrutícolas en el mundo.
Mientras que en deshidratados, Chile es el octavo exportador mundial, en jugos es el quince y en conservas es el once. Mucho más lejos se encuentra en el rubro aceitero: ocupa el puesto cuarenta.
Un golpe al ego de la meta de ser potencia alimentaria. Sin embargo, también muestra que hay un espacio enorme por crecer. Chile está muy lejos de encontrar el techo de la demanda para su producción de alimentos procesados. Eso a pesar de que en la última década subió 144% el monto exportado.
Es interesante que ese salto se dio con un crecimiento de volumen de sólo 32%. Es decir, es un crecimiento en extremo saludable para el bolsillo de los empresarios del sector.
“En 2011 las exportaciones crecieron 25%; en los primeros cuatro meses del presente año, muestran un 10% de avance. El crecimiento de este sector refleja la tendencia hacia dónde debemos transitar como sector agrícola para seguir obteniendo nuevos mercados, con nuevos productos y empresas”, afirma un optimista Luis Mayol, ministro de Agricultura.
2. Alta tensión
No hay lugar a dudas. El dólar ya no asusta a los exportadores. Y no porque el panorama ahora sea especialmente promisorio, sino todo lo contrario. Lo que pasa es que el sector procesador aprendió hace años a lidiar con una divisa baja.
Lo que realmente les quita el sueño a los gerentes de ese rubro es el encarecimiento de la energía. En Chile la producción de electricidad está con freno de mano, por lo que su valor ha trepado en los últimos años. Según los empresarios del sector, el costo supera ampliamente el de países vecinos.
Para más remate, hace un par de años, como forma de desincentivar el consumo, el Gobierno chileno adelantó el horario de invierno, que tiene precios más caros a fines del verano. Ese fue un golpe directo a los procesadores de jugos o congelados. La cosecha es un proceso biológico que no puede moverse a otra parte del año, por lo que los industrializadores no tienen más que “bancarse” el alza justo en el período peak de su gasto.
Lo que antes era una intuición, el alto uso de energía a fines del verano y comienzo del otoño, el estudio de Ideaconsultora le puso cifras.
Entre febrero y abril se realiza el 40% del consumo anual de la industria. “Sin duda que los aumentos en los costos de la energía en verano son un problema para el desarrollo de nuestro sector. En verano, se procesa prácticamente el 100% de las materias primas que se despachan a más de 100 países en el mundo. Por ello hemos sido especialmente críticos con la política de tarifado eléctrico que tiende a encarecer los costos de nuestro sector, sin que tengamos la posibilidad de modular los consumos a través del año. El catastro muestra la dinámica que tenemos como sector y la necesidad que el país tiene de ajustar sus políticas a la realidad de sus diferentes actores productivos, así podremos aprovechar las oportunidades que nos brindan la demanda mundial por alimentos”, indica Montanari.
Eso sí, el costo de la electricidad no golpea a todos por igual. El sector de los congelados es, por lejos, el principal demandante, con el 46% del consumo total del sector procesador hortofrutícola.
El problema energético es tomado como un elemento muy serio. Eso explica que el 37,4% de las plantas tenga programas de eficiencia eléctrica en marcha. De hecho, en el 19,2% de ellas se utilizan los mismos residuos del procesamiento para generar energía.
3. El campo trabaja, Santiago gana
La historia que cuentan las plantas industriales es de diversificación regional. Entre la Región de Valparaíso y del Maule hay un número relativamente parejo de instalaciones. De hecho, la Metropolitana presenta 62 plantas versus 55 que tiene la Séptima.
Si se tiene en cuenta que el parque industrial hortofrutícola es, generalmente, de última generación, su presencia regional representa una inyección de tecnología a las economías locales.
Por sectores, las plantas de aceites se localizan principalmente en las regiones de O’Higgins (8 plantas), Valparaíso y Maule (8 plantas cada una).
El Maule se lleva los premiados en cuanto a procesamiento de congelados, tiene 20 de las 47 plantas del país. En tanto, la Metropolitana lo hace en deshidratados con 32 plantas, seguida por 20 en Valparaíso y 12 en O’Higgins.
En todo caso ese es lado bonito del catastro. Lo negativo es la concentración de las oficinas matrices de las empresas procesadoras en Santiago: el 45% tiene su sede allí. Es decir, buena parte de la riqueza del agro, junto con los profesionales de más alto nivel terminan en la capital.
4. Lejanía con el Estado
Si se miran las cifras del estudio, el Sence, organismo que apoya la capacitación de los trabajadores vía franquicias tributarias, y Corfo y ProChile, son por lejos las principales vías de entrega de recursos estatales para las empresas procesadoras hortofrutícolas.
Mientras que el acento de Corfo está en el Programa de Desarrollo de Proveedores e Innova Chile, ProChile apuntala la participación en ferias comerciales en el exterior.
Sin embargo, por el lado de la investigación y desarrollo, las cifras son negativas. En el catastro sólo dos empresas afirmaron haber usado un programa de Conicyt en los últimos cinco años. En el caso del FIA, la cifra es superior, 11 menciones, pero claramente escaso dentro del volumen total de empresas del sector.
“En general, sucede que las empresas más dinámicas e innovadoras son las que también son usuarias más frecuentes del financiamiento estatal. Hay un espacio grande que ganar ahí, pues hay un número importante de empresas que no registra un mayor uso de esa alternativa. Hay que mejorar la comunicación, quizás simplificar los procesos de postulación. Los privados, eso sí, también tienen que ser más activos frente a esos recursos que están disponibles”, afirma Macarena Vio, directora de Ideaconsultora.
5. Industria femenina
Raya para la suma, según el catastro, en las empresas procesadoras de frutas y hortalizas trabajan 24.389 personas directamente. A ello hay que agregar a los distintos proveedores, pero que no fueron incluidos en el estudio.
El sector de los congelados es el gran demandante de mano de obra, con 43% del total, unos escalones más abajo están las conservas, con 25,8% y deshidratados, con 23,2%. La naturaleza cíclica del rubro hace que sólo el 27% de los empleos sean permanentes.
Lo que es llamativo, el 61% del total de quienes laboran en las procesadoras son mujeres, presencia que se eleva a 67% de la mano de obra temporal, aunque el guarismo baja a 47% de quienes tienen contrato permanente. En el estudio no se analizó el perfil de sueldos que reciben los trabajadores en general, ni las mujeres en particular.
El rubro más abierto a ofrecer contratos estables a mujeres es el de las conservas (55% del total), mientras que el más reacio es el de los jugos (27%).
6. Nichos certificados
El negocio de la certificación ha crecido en forma notable en los últimos años en el sector de los alimentos. Generalmente, se trata de empresas extranjeras que controlan y sirven de aval de que la producción de un jugo de manzana o una pasa se hizo en forma orgánica, limpia, sin explotar a los trabajadores y un cuanto hay.
Para un consumidor europeo o norteamericano, esas son las acreditaciones que valen en su decisión de compra, no las que haga el organismo estatal de un país lejano, como el SAG. Eso sí, hasta el actual catastro toda esa percepción se basaba en intuiciones. Ahora se le colocaron números.
El 55% de las empresas del sector tiene una certificación Haccp (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control, por sus siglas en inglés), que regula la inocuidad de los alimentos. Las Buenas Prácticas Manufactureras (BPM), no excluyente con el sello anterior, son usadas por el 12%.
En forma incipiente, recién aparecen las primeras plantas que certifican sus huellas del agua y carbono, tres en cada uno de los casos. Las certificaciones orgánicas y religiosas (kosher y halal), también tienen un uso importante.
“Que haya tantas empresas que las usan se debe a un tema de mercado. Hay demanda para los productos que las poseen y permite entrar a nichos interesantes”, explica Macarena Vio, de Ideaconsultora.
7. Renovación permanente
Una pregunta de economía básica: ¿Cuál es una forma fácil de identificar un rubro con buenas perspectivas? La respuesta: ver si las empresas de dicho sector invierten en aumento de capacidad de producción.
Si se usa ese mecanismo, el procesamiento hortofrutícola sale con notas excelentes. Más de dos tercios de la infraestructura tiene menos de diez años. Los empresarios confían en que hay buenas oportunidades de negocios.
“El 27% de las plantas muestran inversiones en marcha y el 42% tiene otras programadas; la industria está en un período de crecimiento”, destaca el ministro Luis Mayol. El rubro más moderno es el del aceite, empujado por el crecimiento del de oliva. En ese sector el 55% de las maquinarias tiene menos de cinco años de uso.
Aunque los empresarios se quejan de la baja del dólar, la verdad es que también ha ayudado al sector a importar maquinarias a un menor costo que en décadas anteriores. De paso, esta renovación industrial ayuda a explicar por qué, a pesar de que la plantilla de trabajadores permanece relativamente estable en los últimos años, la producción ha crecido en forma vigorosa.
8. Acento ambiental
Una cosa es llegar con un alimento sano a la mesa del consumidor; otra muy distinta que el medio ambiente y el vecindario que rodea a la planta que lo produjo sean sacrificados en el intento. Ambos caminos tienen que ir juntos.
Crisis como la de Freirina dan cuenta que el costo de separarlas se termina pagando duramente para las empresas alimentarias.
Según el catastro, la industria hortofrutícola genera una cantidad relevante de residuos en su proceso de producción. Las 112 plantas que informaron sobre ese ítem suman siete millones de metros cúbicos de líquidos y 1,7 millones de toneladas de sólidos anualmente.
Claro que en el caso de hortalizas y verduras, los residuos no es necesariamente material contaminante. Por ejemplo, un residuo de una fruta puede ser la cáscara o las pepas.
Eso explica que el 24,7% de los residuos de las plantas se vendan, usualmente para alimentación animal. Otro 30,8% va a compostaje, que ayuda a mejorar los suelos. Eso sí, sólo en el 17,7% de las factorías hortofrutícolas hay plantas de tratamiento de residuos. Claramente, una realidad que hay que mejorar.
Cómo se construyó la investigaciónSe identificaron 196 empresas agroindustriales, las que cuentan con 246 plantas. El universo estudiado llega casi al 90% de las compañías del país. De ellas, 41 son del rubro de los aceites, 35 de congelados, 37 de conservas, 66 de deshidratados y 18 de jugos.